Ya todos nos sabemos de memoria la historia, el 'Bolillo' Gómez estaba saliendo de una discoteca en Bogotá. Eran las 11 de la noche y, vaya saber uno por qué, éste hombre le terminó pegando a una mujer desconocida.
Dos días después, cuando la historia se regó por los medios, el Bolillo se vio obligado a emitir un comunicado de prensa pidiendo disculpas. Aquello no fue suficiente para nadie, primero las reacciones feministas: La casa de la mujer pidió su renuncia como director técnico de la selección Colombia. Luego, los titulares de los principales periódicos olvidaron que hay otras noticias en el país, después las discusiones en Twitter y Facebook, y, para acabar de ajustar, mi Blackberry lleno de cadenas con chistes sobre él.
Supongo que así somos, obsesivos. Se nos pega una historia en la cabeza y no hay quién nos la quite. ¿Alguien recuerda la famosa lechuza del estadio de Barranquilla, a Carolina Cruz y su excelente inglés, a Doña Gloria en el Metrocable? Tenemos que hablar de algo tonto cada semana. Hablarlo, discutirlo, ironizarlo, hacer hasta chistes con él y a la semana, darle la vuelta. Ahora estamos en Pobrecito Bolillo, ¿por qué se le fue todo el mundo encima?
Yo no sé si el tema merecía tal importancia como para el boom que ha causado o si, quizás, debimos pasarlo por alto. Solo sé que los colombianos necesitamos de estos chismes tontos, necesitamos hacerlos más grandes de lo que realmente son, para ver si logramos ignorar el resto de historias del país... esas, las que realmente duelen.